La Lozana andaluza


Publicada en Venecia en 1528, de forma anónima, se atribuye al editor Francisco Delicado. La novela, que está estructurada en forma de diálogo y superposición de escenas, describe la vida de las prostitutas y vividores de Roma durante la época comprendida entre la subida al papado de León X y el saqueo de Roma por las tropas del emperador en 1528.

Es la única novela picaresca protagonizada por una mujer en el siglo XVI, pero no es una obra aislada. Sigue, en primer lugar, la tradición abierta casi treinta años antes por La Celestina, citada repetidamente, y también de situaciones y personajes del Libro del Buen Amor. Existen precedentes aun más directos como la lasciva Franquila, personaje que aparece en una obra anónima de 1521, Comedia llamada la Thebayda o la Comedia Serafinamás o menos de la misma época. Aparecen citados personajes pertenecientes a la tradición folclórica: Pedro de Urdamalas, Bartolomé del Puerto, un antecedente de Don Juan, Juan de Espera en Dios, que los estudiosos asocian a la figura del Judío Errante y el Lazarillo, que parece ser una figura folclórica antes de su plasmación literaria. Son abundantes los refranes y chascarrillos convertidos en pasajes protagonizados por los personajes que desfilan por la novela. 

Por sus páginas y escenas se pasean alcahuetas, criados, clérigos, ladrones, judíos… Toda una galería de pícaros vividores que dibujan una sociedad corrupta y degradada, o simplemente una sociedad que goza de la vida sin la mala conciencia de disfrutar lo que sus cuerpos y sus ingenios les facilitan. Porque aunque se alude a la decadencia o a la degradación moral, lo cierto es que nuestra protagonista disfruta de los placeres de la vida, a pesar de hacerlo en un entorno de lujuria y enfermedad. 

El texto fue rescatado por Ferdinand Wolf en 1847, pero quedó en el ámbito de los estudiosos académicos,  acrecentada esta tendencia por el juicio que la obra le mereció a Don Marcelino Menéndez Pelayo, que no fue muy amable con nuestra Lozana. La calificó como“un libro inmundo y feo”, acusándolo de usar un naturalismo fotográfico elemental a la vez que grosero y poco merecedor de la atención de los estudiosos. Y es que realmente nos encontramos en la narración con un sexo explícito y sin tapujos, con  un vocabulario que usa constantemente el doble sentido, descripciones de encuentros sexuales de forma muy gráfica. Es un sexo gozado con alegría, sin complejos y por supuesto mercenario. La obra fue reivindicada por Alberti que hizo una versión y por Juan Goytisolo que la incluyó en un seminario que dio en la  New York University.

La palabra que más veces sale en todo la obra es “puta”, ya que estas son las protagonistas absolutas. Las mujeres que convivirán con nuestra protagonista son todas profesionales del sexo en una u otra faceta. Y si bien no queda duda de que ya ejerce la prostitución con soltura antes de su llegada a Roma, quiere establecerse con conocimiento del entorno y con un proyecto de futuro bien definido. Poco a poco irá conociendo el terreno que pisa y sus posibilidades, la posible competencia. Así, busca información de sus primeros clientes y conocidos, haciendo todo lo posible para empatizar con ellos. En la sociedad en la que va a moverse todas son cortesanas, putas, mantenidas, alcahuetas… sistematizadas por el mismo autor en boca de un personaje en este proceso de iniciación a la vida profesional de pícara licenciosa:


“Hay putas graciosas más que hermosas, y putas que son putas antes que muchachas. Hay putas apasionadas, putas estregadas, afeitadas, putas esclarecidas, putas reputadas, reprobadas. Hay putas mozárabes de Zocodover, putas carcaveras. Hay putas de cabo de ronda, putas ursinas, putas güelfas, gibelinas, putas injuínas, putas de Rapalo rapaínas. Hay putas de simiente, putas de botón griñimón, nocturnas, diurnas, putas de cintura y marca mayor. Hay putas orilladas, bigarradas, putas combatidas, vencidas y no acabadas, putas devotas y reprochadas de Oriente a Poniente y Septentrión; putas convertidas, arrepentidas, putas viejas, lavanderas porfiadas, que siempre han quince años como Elena; putas meridianas, occidentales, putas máscaras enmascaradas, putas trincadas, putas calladas, putas antes de su madre y después de su tía, putas de subientes e descendientes, putas con virgo, putas sin virgo, putas el día del domingo, putas que guardan el sábado hasta que han jabonado, putas feriales, putas a la candela, putas reformadas, putas jaqueadas, travestidas, formadas, estrionas de Tesalia. Putas avispadas, putas terceronas, aseadas, apuradas, gloriosas, putas buenas y putas malas, y malas putas. Putas enteresales, putas secretas y públicas, putas jubiladas, putas casadas, reputadas, putas beatas, y beatas putas, putas mozas, putas viejas, y viejas putas de trintín y botín. Putas alcagüetas, y alcahuetas putas, putas modernas, machuchas, inmortales, y otras que se retraen a buen vivir en burdeles secretos y públiques honestos que tornan de principio a su menester.”

Lozana no solo quiere dedicarse a ejercer la más antigua profesión, quiere además usar sus dotes para embaucar y sacar provecho de sus habilidades. Será una versión  joven de la Celestina: prepara afeites con la misma eficacia que ensalmos, leerá el futuro, curará enfermedades, hará de intermediaria entre  las putas y sus posibles amantes, rehará virgos, y hasta construirá ilusiones de falsos embarazos para asegurar padres varios para hijos no paridos que mantendrán a estas fingidas maternidades, adivina el futuro, cura enfermedades.
Posee también otra habilidad es una excelente cocinera, porque dos son los instintos desatados de forma omnipresente en la narración: el sexo y la comida, dominados ambos por la avaricia de poseer y de sacar todo lo que se pueda a los incautos que se le pongan a tiro. 

Esta Aldonza parte de ser una joven cordobesa, ni rica ni excesivamente pobre, que un padre jugador deja en la indigencia con su madre, sólo con el ingenio, una palabra fácil, una exultante sexualidad y la belleza para salir adelante. Es esta belleza la que le hace ser solicitada por un joven y rico comerciante que la convierte en su mantenida. No está muy de acuerdo con esta relación la familia del joven Diomedes, que le ha preparado una esposa más rentable, y en Marsella aparecen unos hombres enviados por el padre del muchacho para deshacerse de ella. Allí la raptan y la meten en un barco que acaba depositándola en las costas italianas, sola y sin dinero. 

Sin embargo nuestra emprendedora protagonista no se achica, y decide hacer  fortuna usando lo que tiene y sabe: su belleza, su ingenio y sus conocimientos, que aparecen, ya desde el principio, esbozados y aprendidos de su madre: 

Aquí la madre quiso mostrarle tejer, el cual oficio no se le dio así como el urdir y tramar, que le quedaron tanto en la cabeza, que no se le han podido olvidar.”

Con el sobrenombre de Lozana se instala en el barrio de Pozo Blanco, en Roma, donde la vida discurre entre una multitud de orígenes diversos y la prostitución es un digno medio de vida. Entra en contacto con españolas e italianas, que conocen España, y va aprendiendo de ellas el oficio de puta, curandera y hechicera, superando a sus maestras. 

Nos aportan estos primeros encuentros en los que Lozana (antes Aldonza), se va instalando y asentando en esta sociedad varios rasgos sobre ella: Lo primero su origen judío, ya que mediante una treta varias mujeres descubren éste, que tampoco es que importe o vaya a condicionar su trato, pero es una nota de color más en la definición del personaje: 

Mirá en qué estáis. Digamos que queremos torcer hormigos o hacer alcuzcuz, y si los sabe torcer, ahí veremos si es de nobis, y si los tuerce con agua o con aceite”.

También en este primer encuentro nos queda claro que la hermosa mujer no inicia una profesión que le sea desconocida:  

desde chiquita me comía lo mío, y en ver hombre se me desperezaba y me quisiera ir con alguno, sino que no me lo daba la edad; que un hijo de un caballero nos dio unas arracadas muy lindas, y mi señora se las escondió porque no se las jugase”.  

Se nos cuenta también que la emprendedora cortesana tiene la sífilis, enfermedad que por otra parte debe ser muy común entre los habitantes de Pozo Blanco donde se va a instalar: 

“¿viste tal hermosura de cara y tez? ¡Si tuviese asiento para los antojos! Mas creo que, si se cura, que sanará.”

Las alusiones a la enfermedad son tan abundantes que da la sensación de ser tan común  que a nadie le importa. Son también constantes las referencias a enfermedades de tipo sexual.
Enseguida conocerá a su compañero Rampín, un mozalbete que se instalara con ella y la guiara en estos primeros pasos hasta que se asiente.

A partir de este punto, cuando ya tenemos a nuestra protagonista instalada, la narración se constituye en una sucesión de escenas por donde desfilan personajes y situaciones en las que veremos a la picara Lozana caminar desde el esplendor hasta la decadencia.

Se suceden chascarrillos, farsas, engaños, alguna que otra situación comprometida para ella. La veremos sacar provecho de todas las situaciones y encuentros que vive. 
Pasara de ser ella misma una puta a convertirse en alcahueta, y sobre todo disfrutará de la vida y del sexo. Finalmente ante la cada vez mayor evidencia de la guerra se retirará con su amante-novio-marido Rampín a vivir honestamente a un lugar pacífico e idílico, la isla de Lipari, mientras  los personajes que han sido sus vecinos  terminan por morir o caer en desgracia. 

El sexo está omnipresente en toda la obra, no hay dialogo sin doble sentido: descripciones explicitas de encuentros, promesas de placeres carnales, burlas sobre genitales y capacidades… 
Todo ello en el contexto de un dificilísimo lenguaje, tanto que ni los mismos estudiosos de la obra están seguros de los significados o referencias. El lenguaje es muy descriptivo pero muy pegado a la realidad del momento en que se escribió y a la sociedad tan rica y colorista que lo contiene.

Hay así expresiones propias de español, del italiano, del portugués, del latín. Refranes y lugares comunes de la superstición popular, de las que con frecuencia se sirve nuestra protagonista para engañar y sacar su beneficio, dejando claramente expreso que ella no cree en esos consejos que da. Es esta Lozana una mujer de mentalidad práctica y realista que juega con las debilidades y deseos de sus clientes.

Surge de vez en cuando la voz de razón de la mano de personajes que resaltan este carácter de embaucadora banal, pero al fin y al cabo ella  les da lo que quieren y les ayuda a conseguir sus pequeños paraísos. 

Tiene también la Lozana su ética: 

“Quiero vivir de mi sudor, y no me empaché jamás con casadas ni con virgos, ni quise vender mozas ni llevar mensaje a quien no supiese yo cierto que era puta, ni me soy metida entre hombres casados, para que sus mujeres me hagan desplacer, sino de mi oficio me quiero vivir”

Es consciente de con quien trata y a quien sirve, aunque en el fondo piense que no hay tanta diferencia entre los que se dicen honrados y los que reconocen su tendencia a la lascivia. Pero son motivos prácticos los que la mueven a elegir el entorno en el que desarrolla sus engaños, el procurarse una seguridad y no arriesgar nada.

El segundo tema, el gastronómico, le sirve para hacer constantemente juegos de doble sentido. Dos son las obsesiones que llenan las páginas y persiguen las acciones de los personajes, la satisfacción de dos instintos primarios: la lujuria y la gula. Hay todo un repertorio gastronómico, y a menudo el pago por los servicios de nuestra protagonista es en comida o el dinero para adquirirla. Un amplio repertorio de alimentos y de formas de prepararlos se cuelan entre los diálogos picantes, las comidas, los almuerzos, los refrigerios son las excusas para citas románticas. Estos mismos animales que le servirán de alimento son los referentes que indican las cualidades sexuales de los personajes. 

Otro elemento que nos encontramos son alusiones a autores o a obras literarias (a La Celestina, a Horacio y otros autores clásicos), hay quien incluso ve en ella una parodia de los personajes típicos de las novelas de caballería en una especie de burla. Las posibles interpretaciones son, en todo caso, para un lector no interesado en hacer un estudio académico, poco enriquecedoras, porque es ya de por si un texto difícil, pero pese a todo, compensa leerlo por la vitalidad y la alegría de vivir que transmite, por ese tono que aunque a veces se tiña ligeramente de moralina, termina por volver a una visión sensual y apasionada, colorista y nada romántica de la vida.

Aldonza-Lozana y en su retiro Vellida, es una mujer realista, tal vez con una imagen algo sobrevalorada de sí misma en algún momento dado, pero es consciente de sus limitaciones y de sus poderes. Se da cuenta cuando entra en decadencia y de las generaciones de putas que se suceden y lo efímero de la fama y posibilidades de su profesión. Sabe cuándo debe irse a disfrutar de lo que ha acumulado. 

Es, en definitiva, una obra de lectura difícil por su lenguaje, por constantes referencias y sus registros populares con alusiones permanentes a situaciones, personajes y hechos coetáneos del autor. A veces despista porque, en su estructura dialogada, hay apartes en los que los personajes hacen sus reflexiones o hablan de algún tercero que entrara en escena más tarde, y estas entradas o comentarios no están acotados y deben ser interpretados o adivinados por el lector, lo que exige una mayor concentración en la lectura. Es indispensable un texto comentado, pero es divertido, fresco y provocador. Creo que es tremendamente moderno, rompe los esquemas de una sociedad que descubrimos tolerante y burbujeante aunque se nos diga que es corrupta y materialista. Casi, casi como la que vivimos. 

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