La última noche de Rais - Yasmina Khadra (Mohammed Moulessehoul)



La última noche de Rais
Yasmina Khadra  
Alianza Literaria
ISBN-10: 8491040889

“Soy Muamar Gadafi. Eso debería bastar para conservar la fe. 
Soy el garante de la salvación”


Uno de los últimos dictadores, que trascendía el mero hecho de ser un dictadorzuelo en un país postcolonial que hemos conocido ha sido Muamar Al Gadafi. Con un carisma de tirano enajenado, sus aberraciones eran conocidas por un occidente que obviaba tanto los rumores como la realidad contrastada de sus abusos. A su lado otros dictadores de la zona tienen un perfil gris y casi anodino. La mitificación fue consagrada con el linchamiento tras ser capturado 20 de octubre de 2011 por los enemigos del régimen libio, dicen las malas lenguas que inspirado por los servicios secretos franceses. Líder de la revolución con un golpe de estado a los 27 años, que expulsó la monarquía de rey Idris I de Libia, desarrolló una mezcla de socialismo árabe populista y tiranía feroz, en la que solo él ponía las reglas y que derivó al final de su existencia en un régimen de terror incontrolable.



Son muchas las historias que corren de sus abusos que rozan lo irracional y que nos hacen ver como una perversión sus años en el poder como si de un nuevo Calígula se tratara. Al ejercicio de este poder desmedido, se añade la morbosidad del aspecto sexual de sus aberraciones, un instrumento más de control y sometimiento. En todo caso no dejó de ser un caso más de esas manipulaciones de occidente para aupar al poder a un personaje que creían manejable que se les fue de las manos y se convierte después en su peor pesadilla, al que en un momento tratan de eliminar y en otro halagan su vanidad infinita tratando de llevarlo a su terreno de nuevo.

Yasmina Khadra, el escritor argelino con pseudónimo de mujer, cuenta en su novela La última noche Rais el final de Gadafi con un formato de tragedia clásica, en la que el protagonista desde el principio adopta los rasgos de un héroe trágico. Su voz directa evocara su tiempo de gloria, sus orígenes, su personalidad y sus fobias.

Nos acercamos al personaje en sus momentos más difíciles, rodeado de sus fieles más leales envueltos en el pesimismo de la derrota inevitable. Entre la seguridad de que es el Mesías de su pueblo y las premoniciones de su destino, vemos al tirano en toda su dimensión. Los continuos flashback no justifican su figura, simplemente la presentan: un paria de origen incierto al que se le revela que es el Mesías en la soledad del desierto siendo un apenas un niño, un destino definido por Dios, y un final feroz. Entre las alucinaciones de una personalidad megalómana e inestable, combinada con el uso de drogas, aflora un complejo de inferioridad transformado en ambición y una psicopatía que maneja la venganza hacia los que le humillaron en cualquier momento de su existencia como un instrumento de autosatisfacción. No hay arrepentimiento de sus actos, tal vez si en haber controlado su ferocidad en la represión de los que le traicionaran.

Podemos palpar en el formato de monologo interior, el terror que inspira, la inseguridad que sienten sus leales ante su presencia, la volubilidad de sus afectos, el sentimiento de ser traicionado por el pueblo que lo rechaza en este momento conquistado por el nuevo terror de los radicales rebeldes, tan salvajes y vengativos como él.

Hay para mí en ese enfoque mesiánico del personaje hay un paralelismo con la figura de Jesucristo, curioso enfoque para un personaje y un autor de origen musulmán. Pero es que está ahí de forma inevitable desde el principio en las constantes alusiones que hace el autor. En la descripción del final, podríamos estar perfectamente viendo el martirio de Cristo en una versión actualizada pero visualmente muy próxima: el escarnio, las ropas arrancadas, hasta el tiro de gracia final, como la lanzada que acaba con el sufrimiento en la cruz. Y el desdoblamiento que lo evade en el martirio y el convencimiento, en medio de él, de la trascendencia de su existencia.

El paralelismo es tan claro que se introduce en medio la descripción del linchamiento este párrafo:

Ya no soy un Rais sino un profeta (…) Durante una fracción de segundo, me parece que la luna sustituye al sol. En el último estertor, suelto al vuelo una oración “Dios, perdónales sus ofensas como yo se las perdono, porque no saben lo que hacen…”

Es muy sugerente la introducción como una especie de mensajero de sus premoniciones, el cuadro de Van Gogh, sin interés por el arte el Rais se siente unido al pintor en ese cuadro que evoca en sus momentos trascendentales. Es la imagen del autorretrato la que le fascina, la se le presenta en sus sueños:



 “Con la frente medio tapada por una penosa gorra de lana erizada, un vendaje basto cubriéndole la oreja mutilada, la mirada inasible, el pinto parecía lamentar haber nacido. Colgada de la pared, una estampa japonesa”

Terminaremos por entenderlo al final del libro.

El libro es formalmente precioso, solo hay alguna nota discordante, de lo que para mí son puntuales traducciones de diccionario que me molestan mucho porque me cortan la lectura y no encajo lo que quieren significar o me resultan fuera de lugar.

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